31 de marzo de 2013

Algo más que un lápiz



Formas, colores, tamaños, diseños y ... ocurrencias ("novelties" dirían los anglosajones), esta última es la palabra que nos viene a la mente a la hora de presentar los variopintos ejemplares de hoy.

Ya no basta con aprovechar la superficie externa del lapicero para fines didácticos, promocionales, institucionales o simplemente estéticos; ni tampoco es suficiente con añadirle caprichosas figuritas y demás ornamentos, no, eso no es todo. 

La siempre inagotable creatividad ha querido esta vez ir más lejos y ha acabado fusionando en un simple objeto de escritura diferentes usos. Y es que la idea de aprovechar al máximo la complicidad que silenciosamente surge entre nuestros dedos y los todavía útiles lapiceros parece no tener reparos.

 

Sin embargo, todo sea dicho, dado el cariño que uno acaba cogiendo a estas innovaciones, al final se termina por obviar su primitiva función de escribir o dibujar para limitarse a admirar su originalidad, ideal para un coleccionista, como es nuestro caso.

Aunque hay docenas de ejemplares, reflejando ya una tradición para nada reciente, hoy exponemos tres de estos "lapizymáscosas": Una colección de minerales dentro de un lapicero, unas baquetas-lápiz y un lapicero-marcapáginas, ¿alguien da más?.




Gracias a nuestra estupenda colaboradora Maria José Ruiz, podemos disfrutar de una pequeña colección de minerales del mundo siempre a mano. Veamos algunos fotos con más detalle:






















Por un módico precio de 2$ tenemos una veintena de coloridos minerales originarios de diferentes partes del mundo, de ahí que tal vez se venda en la sede de la ONU de Nueva York. El pack completo viene acompañado de una lista con los nombres de los minerales, su procedencia y una bonita etiqueta.


Y, por supuesto, no deja de ser un lápiz. Además, si lo pensamos un poco más detenidamente, hay una extrema afinidad etimológica entre continente y contenido, pues la palabra lápiz deriva del latín "lapis-lapidis", que quiere decir piedra. Por lo tanto nos hallamos ante una "piedra con piedras" ?!.


















Para terminar con esta primera rareza, una crítica. Dada la estrecha relación etimológica y material, no hubiera estado de más que apareciese el grafito, parte fundamental de la mina. No pasa nada, nosotros lo hemos remediado en parte:


 De las rocas al "rock&roll", segunda fusión: "drumstick pencil" o algo así como el lápiz-baqueta. Por lo que aún queda en mí de músico puedo asegurar que el más vulgar de los lápices puede cumplir bastante bien la función de golpear cualquier parche, membrana o platillo que se ponga por delante.



 Sin embargo, mejor cada extremo a lo suyo:




En Pencilvania ni siquiera lo hemos sacado de su estuche, pero con toda seguridad muchos directores de bandas y orquestas se alegrarían mucho si la sección de percusión contara con este engendro tan dispar, sobretodo dada la facilidad con que se olvida llevar el lapicerito a los ensayos. En el envés tenemos explicación visual sobre su uso, por si acaso no quedara ya claro.


Para acabar, una advertencia: manténgase alejado de los niños curiosos y de los alumnos que se distraen con facilidad en las aulas. Lo cuento con conocimiento de causa.


Y de la música a la literatura. Llega la tercera y última novedad del post de hoy: el lapicero-marcapáginas. Gracias a nuestra estimada Silvana Visconti, gran coleccionista y amante de los lápices al otro lado del Atlántico - ¡un abrazo Silvana!-, podemos decir que contamos con un precioso ejemplar de la "Eagle" con esa doble función. 


Extraplano, elegante y quizás el más práctico de los que hemos visto hasta ahora. Si dispusiéramos de más unidades seguro que lo utilizaríamos en nuestras lecturas didácticas, ya que desde que nos iniciamos en los estudios universitarios nos acostumbramos entonces a subrayar con lápiz lo que estimábamos más relevante, así como hacer cuantas anotaciones marginales hiciesen falta, y hasta hoy que nos ha quedado esta práctica.





Claro que el problema lo tendríamos hoy con el sacapuntas, pero quizás no en la época en que era muy habitual afilar los lapiceros con la ayuda de una navaja pequeña o "penknife". No se puede pretender tenerlo todo, claro.

Ya nos hubiera gustado estudiar este manual de armonía moderna con este singular lápiz-marcapáginas, por ello, lo que se muestra es tan solo el cumplimiento de un deseo con carácter retroactivo:





No obstante, fue un lápiz común a medio utilizar el que me permitió obtener un bonito recuerdo de un famoso bastante admirado por mi parte, hace ya algunos años atrás... 

 "Eran sobre las once de la noche y estaba en la terminal de llegadas del aeropuerto de Palma de Mallorca. A esas horas no éramos muchos los pasajeros que, procedentes de Valencia, esperábamos nuestros equipajes; sin embargo nadie parecía dar importancia al personaje del que les hablo. Yo mismo, algo aturdido por el cansancio, tampoco estaba seguro de su identidad. También, sea dicho de paso, la celebridad a la que yo escrutaba no iba vestida como suele hacerlo habitualmente en sus actuaciones públicas, aparte de llevar la barba algo crecida y los pelos a su libre albedrío. Allí estaba estoicamente sentado encima de la cinta aún parada, echando miradas furtivas a su alrededor, no sé si por la extrañeza de que nadie se le acercara para pedirle un autógrafo, o agradeciendo en silencio unos momentos de bendito anonimato. 

Al final me decidí a acercarme para corroborar su identidad y, de paso y si estaba en lo cierto, intercambiar algunas impresiones sobre lo que teníamos en común: la música y la guitarra. Y sí, acerté, allí estuvimos unos minutos conversando amigablemente, yo por supuesto lleno de admiración y sorpresa y él, así lo recuerdo, muy tranquilo y amable. Naturalmente, cuando empezó a rodar la cinta de las maletas sabía que mi grato encuentro debía de acabar, y que mejor, que pidiendo un autógrafo. En ese momento me acompañaba el libro que estaba estudiando - "Teoría Musical y Armonía Moderna-II" de Enric Herrera-, y por supuesto un gastadito ya lápiz del número dos.  Me maldije por no llevar encima algún bolígrafo u otro objeto de escritura más indeleble, sin embargo y para mi asombro, mi estimado personaje (no sé si movido por la premura de llegar a casa o por un arrebato de simpatía hacia mis rudimentarios medios materiales: ni papel ni boli) sin dudarlo en ningún momento, me espetó: "Mira que curioso, te voy a escribir con ese lapicerito que llevas ahí, así, si algún día dejan de gustarte mis discos, lo puedes borrar cuando quieras", y con gesto decidido, abrió el manual de armonía que llevaba a mano y en un momento me lapizó esta cariñosa dedicatoria: "Rosendo un abrazo."


Y es que, más vale lápiz corto que memoria larga.

Espero no haber aburrido a nadie al contar esta anécdota. Ahora tengo dos grandes joyas, un autógrafo muy valioso y un magnífico lapicero-marcapáginas para que no se me olvide ni la página en que se halla ni... la oportunidad de aquel afortunado "lapicerito".

Hasta pronto. ¡Ah!, se me olvidaba,  la celebridad que me dedicó aquel "lapizgrafo" aún sigue deleitando a todos los amantes de la guitarra y creo que con su fotografía bastará:


Ahora sí, ¡Adiós!




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