16 de abril de 2013

Faber: una caja con algunos secretos


Poco tiempo después de iniciarse uno en el coleccionismo de lápices, no tardaron en salir miradas de admiración hacia las etiquetas, vitolas, envoltorios, cajas, estuches y demás útiles y sugerentes "sets, kits o packs" en los que cuidadosamente presentados venían los ejemplares que iban llegando a Pencilvania. 

Al igual que en otros bienes de consumo, como los huevos por ejemplo, agrupar los lápices en docenas y sus derivados ha sido la tónica mantenida hasta nuestros días. De hecho, en la industria lapicera se conoce como "gruesa" a la suma de 12 docenas de lápices. Por este motivo, y sin darnos prácticamente cuenta, resulta que casi hemos ido avanzando en dos colecciones complementarias: una de lápices, y otra de variados continentes de los mismos. Por supuesto que el bolsillo se ha resentido, pero al final, el visitante de turno, suele agradecer la observación de estos sugerentes y utilísimos envoltorios.

Nos ha parecido providencial lanzar este post sobre la "indumentaria" de los lápices empezando por una gran marca, que duda cabe, y por una histórica y preciosa caja que contiene algunos secretos. Sólo nos falta algún confidente...



 En lo que se refiere a la calidad del estuche, los premios recibidos desde la primera mitad del siglo XIX orgullosamente coronan la ya afamada marca A.W. Faber. Y luego podemos seguir admirando los espléndidos dorados exteriores que reproducen fielmente las dos caras de la medalla conmemorativa de la Exposición Universal de Londres de 1851, y que se exhiben como galardones obtenidos por la excelente calidad de los lápices A.W. Faber:




Grabado de la Exposición Universal de Londres de 1851. Foto: http://www.ndl.go.jp/exposition/e/index.html






Grabado de la Exposición Universal de Nueva York de 1853. Foto: http://www.ndl.go.jp/exposition/e/index.html

Grabado de la Exposición Universal de París de 1855. Foto: http://www.ndl.go.jp/exposition/e/index.html

 Y al abrir el estuche, ahí están bien ordenados en sus surcos específicos cinco lapiceros redondos. Cada uno identificado con su correspondiente graduación, con un acabado en madera natural finamente barnizada y con unas majestuosas inscripciones que acreditan la originalidad de su creador.

   En la tapa superior, una explicación de las letras utilizadas para indicar el grado de dureza e intensidad del trazo, en francés e inglés, flanqueada también por reproducciones de medallas conmemorativas de las Exposiciones Universales de Londres (1851) - otra vez - y de París (1855).

El uso de letras para indicar el grado de dureza e intensidad del trazo de la mina empieza a estandarizarse sobre mediados del siglo XIX, coexistiendo con otros códigos de carácter numérico o el uso de diferentes abreviaturas. Así lo podemos ver un una imagen del catálogo de esta marca de 1897:
Foto: University of Houston, Libraries, Digital Library





A tenor del catálogo citado, el empleo de este tipo de estuches parece ser que tomó cierto auge dentro de esta gama de productos de la marca A.W. Faber, llegando a hacerse más específicos conforme entrábamos en las últimas décadas de 1800:
 A continuación hemos superpuesto otro elegante estuche del catálogo encima del que estamos comentando. Las similitudes son obvias, aunque el del catálogo incluye las medallas commemorativas de las Exposiciones Universales de Londres de 1862 y París de 1867 (tal vez porque sea un ejemplar posterior al que estamos mostrando hoy), aparte de contar con una graduación extra e incorporar la inscripción "Germany":

En cuanto a los lapiceros en sí, podemos decir que se trata de valiosos modelos de la A.W. Faber de la segunda mitad del siglo XIX. A esta conclusión llegamos por varios indicios.

En primer lugar por la forma cuadrada de la mina, testimonio de los primeros métodos de ensamblaje del grafito con la madera:

Y en segundo lugar y muy revelador, por la estampación en el mismo lapicero de los datos del agente exclusivo - "sole agent"- en Estados Unidos para los lápices Faber, y que no era otro que el mismo hermano pequeño de Lothar Freiherr Faber. Esta información grabada sobre la superficie del lapicero  sólo tiene sentido antes de la separación familiar que tuvo lugar a finales de siglo, tal y como seguidamente veremos.

Lothar era el primogénito de la cuarta generación de los Faber y responsable máximo de la empresa familiar desde 1839, y su hermano pequeño - Eberhard Faber, el benjamín del linaje Faber - se hallaba en Estados Unidos desde 1849 para facilitar la expansión de la firma bávara en el Nuevo Mundo. Y entre ellos dos... Johann Faber, también en la empresa familiar como jefe del área técnico-productiva desde 1847.
Foto: http://www.eberhardfaber.de/44747/Home/History/fcv2_index.aspx


Sin embargo, esta idílica relación familiar no habría de durar mucho, pues es en esta cuarta generación donde ocurren acontecimientos cruciales en la dinastía Faber. El más destacable quizás sea la emancipación de Johann y Eberhard respecto de la "linea oficial" representada por Lothar y la marca "A.W. Faber" obtenida de las iniciales de Anton Wilhem Faber, representante de la segunda generación de esta singular alcurnia.

Seguro que alguien se acuerda de la marca "Johann Faber" con sus dos martillos como logotipo o de la "Eberhard Faber" con su estrella de cinco puntas dentro de un rombo como distintivo, sobre todo los norteamericanos. 

Johann Faber junto con sus hijos creó su propia fábrica en Nuremberg en 1880, abriendo al año siguiente sucursales en París, Londres y más tarde en Nueva York.


Y en la última década de 1800 los hijos de Eberhard Faber harían lo mismo al otro lado del Atlántico.



 No es de extrañar que con tantos Faber, surgiesen disputas ante los tribunales sobre el derecho a usar tan reputado apellido como marca, así como recelosas advertencias sobre quién es quién y quién hace qué:










Reproducciones del catálogo citado anteriormente












Lo cierto es que la historia y devenir de esta dinastía lapicera es muy interesante, tanto que tenemos que hacer un ejercicio de contención para no excedernos en este post. Finalmente, solo destacar que a partir de la sexta generación, la marca se convierte en la mundialmente conocida "Faber-Castell" y hasta hoy que ya van por la octava generación de la mano del Conde Anton Wolfang von Faber-Castell.

La verdad es que nos sentimos muy orgullosos de contar con este histórico ejemplar (ya se nos olvidó el estacazo que nos dieron en Aduanas!!!), además nos ha servido para "Fabelar" un poco y también, de paso, dar alguna utilidad a los cientos de etiquetas, vitolas, envolturas, cajas, estuches y demás útiles y sugerentes "sets, kits o packs" que reposan en un lugar llamado... Pencilvania.



Gracias por vuestra atención, saludos sinceros.



1 comentario:

Unknown dijo...

se nota la calidad